Renacimiento carolingio

Alcuino de York y otros clérigos presentan manuscritos a Carlomagno en el Palacio de Aquisgrán, ante su corte. Pintura de historia de Jean-Victor Schnetz, 1830.

El Renacimiento carolingio es la denominación acuñada por el filólogo e historiador Jean-Jacques Ampère en 1832[1]​ para designar, por comparación con el Renacimiento italiano de los siglos XV y XVI, al periodo de resurgimiento cultural que se dio en el ámbito del Imperio carolingio a fines del siglo VIII y comienzos del siglo IX, coincidiendo con los primeros carolingios (Carlomagno y Ludovico Pío).

Durante este período hubo un aumento de los estudios artísticos, literarios, jurídicos y litúrgicos (se reformaron los ritos sacramentales).[2]​ También se desarrolló el empleo del latín medieval y la minúscula carolingia, proveyendo un lenguaje común y un estilo de escritura que permitieron una mejora de la comunicación entre la minoría culta de la mayor parte de Europa. Se utiliza incluso la expresión humanismo carolingio para designar la labor de recuperación de la cultura clásica latina que se dio esencialmente en los monasterios carolingios y en la Escuela Palatina de Aquisgrán, bajo la dirección de Alcuino de York.[3]​ La actividad política y legislativa de la corte carolingia (incluso en cuestiones como la reforma monetaria, la demarcación territorial civil —condados, ducados, marcas— y la reordenación de las provincias eclesiásticas —se restauró la autoridad de los arzobispos sobre los obispos sufragáneos—) estuvo tan vinculada a estos aspectos, que se denominan conjuntamente con la expresión reformas carolingias,[4]​ y se explicitó en textos que pueden considerarse manifiestos del programa reformador de Carlomagno, como la Admonitio Generalis[5]​ (789) o la Epistula de litteris colendis.[6]

La conveniencia del uso del término renacimiento para describir este período es objeto de debate, entre otras razones porque la mayoría de los cambios en este período se limitaron casi completamente al ámbito del clero y fueron dirigidos desde el poder como un programa consciente, careciendo del dinamismo social que caracterizó al Renacimiento de la Edad Moderna.[7]​ Más que un renacimiento de nuevos movimientos culturales, consistió en un intento de recrear el Imperio romano, y unificar la diversidad cultural europea bajo el cristianismo romano.[8]

El Imperio carolingio marcó el inicio de una nueva concepción de las relaciones entre Iglesia y Estado. Carlomagno se veía a sí mismo como un defensor del cristianismo, identificado con la (Iglesia católica). Además, como la mayoría de los clérigos sabían leer y escribir, su ayuda era imprescindible para su administración, así como para crear un sistema educativo. La fuerte alianza entre Estado e Iglesia que caracterizó al renacimiento carolingio y le permitió llevar a cabo sus reformas, determinó su naturaleza teocéntrica, a diferencia del antropocentrismo humanista del Renacimiento propiamente dicho.

Plano o utopía de Saint Gall, del abad Gozberto (ca. 820).
  1. John Contreni, Learning and culture in carolingian Europe, Ashgate, 2011. Reseña publicada en Investigación y Ciencia, julio de 2012, pag. 94.
  2. Por ejemplo, la unción de enfermos. Viático Archivado el 14 de enero de 2014 en Wayback Machine., en GER.
  3. P. Vignaux El pensamiento en la Edad Media, México, 1971. Fuente citada por Pedro Chalmeta, Cultura y culturas en la historia, Universidad de Salamanca, 1995, ISBN 8474817994, pag. 40.
  4. La resistencia de los obispos afectados causó la redacción de las denominadas Decretales pseudoisidorianas. Jacques Le Goff y Jean-Claude Schmitt (eds.), Diccionario razonado del Occidente medieval, AKAL, 2003, ISBN 8446014580, pg. 354.
  5. McKitterick, Rosamond (1994), Carolingian culture: emulation and innovation, Cambridge: Cambridge University Press, ISBN 0-521-40586-6, 9780521405867. Fuente citada en Admonitio Generalis
  6. Monumenta Germaniae Historica. Fuente citada en de:Epistula de litteris colendis. Véase también fr:De litteris colendis.
  7. Scott, pag 30.
  8. Cantor, pag 190.

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